El reconocido científico y divulgador británico ha fallecido en su casa de Cambridge
Solo la cosmología capturó de verdad su interés, pues lidiaba con la gran pregunta del origen del universo. A ella dedicó sus estudios de posgrado en la universidad de Cambridge, a la que ha seguido vinculado hasta el final. Allí empezaron a agudizarse los síntomas que ya había detectado en Oxford –dificultad a hablar o, por ejemplo, al atarse los cordones de los zapatos- y en 1963, un año después de licenciarse, se le diagnosticó la enfermedad.
Pasó los siguientes dos años más dedicado a escuchar a Wagner, leer ciencia ficción y beber, que a investigar. Cuando la enfermedad pareció estabilizarse regresó con entusiasmo a la investigación.
En 1965 se casó con Jane Wilde, estudiante de filología. Su matrimonio, del que nacieron sus tres hijos y que Hawking definió como un punto de inflexión en su vida, se rompió en 1990. Hawking se volvió a casar en 1995 con Elaine Mason, una de sus enfermeras, cuyo anterior esposo había creado su sintetizador de voz. Jane Wilde escribió un libro sobre su vida con Hawking en el que le describía como un “emperador todopoderoso” que encontró en su segunda mujer a “alguien dispuesta a adorarlo a sus pies”.
En los primeros años de la década pasada, tras una serie de visitas al hospital por misteriosas lesiones, la prensa empezó a publicar historias, respaldadas en relatos de diversas enfermeras, sobre supuestos abusos físicos por parte de Elaine a su marido, que él siempre negó. En 2006 se divorciaron.
Hawking saltó a la fama junto a su colega Roger Penrose a finales de la década de 1960. El motivo, su teoría de la singularidad del espacio tiempo. Los dos físicos aplicaron la lógica de los agujeros negros al universo entero. Su más famoso hallazgo científico fue el del fenómeno que se conocería como la radiación Hawking, por la que los agujeros negros desprenden energía hasta desaparecer.
Mientras la labor de otros prestigiosos científicos transcurre en la sombra, la enfermedad catapultó a Hawking a la categoría de figura de culto para el gran público. Contribuyó también a su enorme popularidad su idea de que la ciencia descubriría algún día “la teoría del todo”, que exploraría en su libro Breve historia del tiempo.
Desde los 21 años, la enfermedad condicionó la vida de Hawking. La ELA destruyó poco a poco su cuerpo, su capacidad motora, sus músculos. Primero le postró en una silla de ruedas y luego le quitó la capacidad de hablar. Además de por su brillantez y sus cualidades divulgativas, Hawking se convirtió en una estrella mundial por la obstinación con que se agarró al mundo. En 1985, una neumonía empeoró su salud, obligándole a respirar por un tubo. Nunca más pudo usar su voz. El físico logró comunicarse gracias a un artefacto electrónico, un sintetizador de voz, que le permitió burlar el silencio. La voz robótica de Stephen Hawking se convirtió en parte de su leyenda.
En enero de 2014 presentó un polémico artículo defendiendo que no existían. Al menos que no existían de acuerdo con cómo se habían entendido hasta entonces. Un agujero negro es un lugar de gran densidad y energía. La teoría decía que a partir de un punto, la energía -la luz- no podría escapar a su gravedad. Hawking argumentó en cambio que sí podría, que no existía un horizonte de sucesos, esto es, un punto de no retorno, sino un horizonte aparente. Así, el agujero negro contendría la energía durante un tiempo antes de dejarla escapar.
En una entrevista concedida a EL PAÍS en 2015, el físico se refirió a la vida extraterrestre, una de sus últimas obsesiones. “Si los extraterrestres nos visitaran, el resultado se parecería mucho a lo ocurrido cuando Colón desembarcó en América: a los nativos americanos no les fue bien. Estos extraterrestres avanzados podrían convertirse en nómadas, e intentar conquistar y colonizar todos los planetas a los que pudiesen llegar. Para mi cerebro matemático, de números puros, pensar en vida extraterrestre es algo del todo racional. El verdadero desafío es descubrir cómo podrían ser esos extraterrestres”.
El director del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), Rafael Rebolo, recuerda a Hawking como una “mente brillante atrapada en una jaula”, después de mantener relación con él en sus tres visitas a sus instalaciones. De esa relación surgió la idea de nombrarle profesor honorario del IAC, cosa que el británico aceptó encantado. “Tenía grandes inquietudes y siempre trataba de formular preguntas sobre nuestro trabajo, sobre si encontraríamos planetas similares a la Tierra”, rememora Rebolo, que no olvida la primera pregunta que le hizo el famoso astrofísico, sobre si los telescopios Cherenkov que se están instalando en La Palma podrían corroborar la llamada radiación de Hawking, llamada así en su nombre. El IAC tenía previsto construir un edificio en sus instalaciones para darle un despacho a su único profesor honorario, y Rebolo insiste en su intención de levantar el edificio y darle el nombre de Stephen Hawking, que dependerá del compromiso económico del Cabildo de Tenerife, informa Javier Salas desde Tenerife.
Su vida, en lo profesional y en lo personal, fue un desafío a los límites. Hawking viajó por todos los continentes, incluida la Antártida. Ganó premios, entre ellos el Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en 2016, aunque el Nobel se le escapó. Se casó dos veces, fue padre de tres hijos.
Se convirtió en una suerte de icono de la cultura popular, como demuestra la cantidad de estrellas del cine y de la música que hoy han expresado sus condolencias por la muerte del respetado científico. Hawking apareció en la serie The Big Bang Theory, de la que se declaraba fan, y mereció un personaje en Los Simpson. “Su teoría sobre el universo en forma de dónut es interesante, Homer. Puede que tenga que robársela”, le decía al cabeza de familia de la popular serie animada.
Celebró su 60 cumpleaños subiendo a un globo aerostático. Cinco años después, probó la gravedad cero a bordo de un Boeing 727. Cuando le preguntaron por qué hacía todo eso, respondió: “Quiero demostrar que la gente no debe estar limitada por discapacidades físicas, siempre que su espíritu no esté discapacitado”.
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