La Champions en su máximo esplendor. El Manchester City y el Real Madrid nos regalaron la mejor de las eliminatorias posibles resueltas en el epílogo que nadie quiere, en una tanda de penaltis agónica que dejó a los blancos en las semifinales.
Lunin se coronó en su gran noche europea. La recuperación de Courtois hizo parecer que iba a estar en el banquillo ante el City, pero la nueva lesión del belga le abrió las puertas de un cielo que ha tocado en el Etihad.
No hay nada que reprochar a ningún futbolista. Todos los presentes acabaron exhaustos, sin aire en los pulmones después de haber entregado hasta el alma por pasar de ronda.
Tiene el Real Madrid algo especial con la Copa de Europa. Se reivindicó en el escenario donde peor se maneja, en un partido en el que tuvo que sobrevivir en su propia área y encomendarse a su musa para evitar salir goleado, otra vez, del Etihad Stadium.
Un Manchester City sometedor
Tenía claro su plan Guardiola. Las recuperaciones de Ederson, Walker y De Bruyne permitió poner el ‘plan A’ en marcha, aquel que no pudo utilizar en el Santiago Bernabéu. Sometió a un Real Madrid que desde el gol inicial de Rodrygo comenzó a pedir la hora y que resistió agónicamente al sometimiento que tuvo en el verde.
Precisamente el brasileño aprovechó una de las pocas ocasiones que tuvo el Real Madrid en los 120 minutos. Una contra, la primera y prácticamente la última, y un rechace que se hizo eterno mientras le llegaba de nuevo a sus pies. Un movimiento, el de Bellingham, que rompió todo el tejemaneje defensivo ‘sky blue’ para llegar con ventaja.
Desde entonces, el balón tuvo un único y absoluto dueño. Parecía el partido un encuentro entre juveniles y benjamines, entre padres e hijos, a excepción de las áreas, donde el Madrid sabe que están las eliminatorias, la gloria, el cielo eterno.
Ancelotti se vistió de Simeone. Aquello que tanto se le ha criticado al argentino lo utilizó el italiano para sobrevivir en el campo más difícil, en un Etihad entregado que daba un golpe de aliento más a unos jugadores que se estrellaron una, y otra, y otra vez contra la poblada defensa.
Resistir hasta la extenuación
El Manchester City sabía que el partido pasaba por llegar una y otra vez al menos hasta la frontal del área. Akanji se convirtió en Beckenbauer y repartió juego por dentro, abrió las alas para Grealish primero y a Doku después. Pero no sabían los ‘sky blues’ que enfrente tendrían al guerrero más fiero visto nunca en Chamartín. Carvajal, con una amarilla que le condicionó, tieso hasta decir basta, se encargó de acabar con las opciones que llegaban desde su banda mientras Mendy, en la otra, vivía un partido mucho más plácido.
Supo esperar el Manchester City y por fin se encontró con un premio más que merecido. De Bruyne, baja en la ida por vómitos, encontró el único error en defensa que cometió el Real Madrid, un balón suelto que dejó mal Rüdiger en un despeje para poner el 1-1.
El empate volvía a igualar las fuerzas, volvía a mandar el partido al tiempo extra y volvía a insuflar aire a los dos equipos que, en el momento que pedían, echaban pie a tierra para pedir oxígeno. Los 90 minutos se convirtieron en 120. Los milagros se producían minuto sí y minuto también en el área de un Lunin imperial. Pero lo mejor estaba por llegar.
Una noche para recordar
Llegó la tanda de penaltis, llegó el momento de los héroes y de los villanos. Y no pudo comenzar peor para el Real Madrid. Modric, su jugador más seguro, marró para dejar en desventaja al conjunto blanco y y hacer soñar al City con conseguir lo que no pudo hacer en el tiempo reglamentario.
Pero con lo que no contaba Guardiola era con el grosero error de Bernardo Silva, como si le hubiese flaqueado todas las fuerzas. O con el penalti parado por Lunin a Kovacic. Ahí se ganó el partido, la eliminatoria y quizás esta Champions.
Y es que el Real Madrid ya está en sus semifinales, en su torneo y a 2 partidos de una nueva final. Sobrevivió en un territorio desconocido para decir quién manda en Europa.
Fuente: BeSoccer
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