El despertar del liderazgo
Rosa Mery Chino Loza nació mujer de pollera en una comunidad del municipio de Ayo Ayo, provincia Aroma, La Paz. Sus padres crecieron en una época en que las comunidades indígenas carecían de escuelas. Antes de 1952, la educación era privilegio de pocos, y su padre apenas aprendió a leer gracias a un comunario solidario.
De niña, Mery heredó esa lucha por el conocimiento. Mientras pastoreaba ovejas, soñaba con un futuro distinto. Solo pudo estudiar hasta quinto de primaria. A los 12 años, la escuela se convirtió en un horizonte lejano: los colegios más cercanos estaban en Patacamaya o Chiarumani, a varias horas de camino. “¿Qué hago? No puedo acceder al colegio, pero no puedo quedarme aquí”, se repetía. En medio del rebaño ensayaba discursos, jugando a ser oradora: saludos, mensajes centrales y despedidas.
Un día supo de talleres juveniles organizados por el Centro de Desarrollo Integral de la Mujer Aymara (CDIMA) en Wiscachani. Allí descubrió que aprender también significaba leer, debatir, jugar y perder el miedo a hablar en público. Comprendió la Constitución, reconoció sus derechos y venció la timidez. “Mi formación autodidacta fue en encuentros con profesionales en historia, antropología, sociología y política. Para mí eran grandes personajes que inspiraban autoestima y me hicieron entender que la juventud indígena también podía transformar el país”, recuerda con firmeza y nostalgia.
Enseñar sin salario, enseñar con el alma
Tras su formación, Mery volvió a Ayo Ayo con la propuesta de enseñar tejido, oratoria y liderazgo a mujeres de la comunidad. Al principio, los dirigentes –casi todos hombres– la escucharon en silencio y la ignoraron. “Como era mujer y joven, no creyeron en mí”, recuerda con un gesto de rabia contenida.
Sin embargo, una autoridad de la comunidad de Sullcavi le abrió las puertas. Allí empezó a enseñar ad honorem a unas 40 mujeres, entre jóvenes y madres. Dormía en la escuelita, cubierta con su propia pollera, y bebía agua de un pozo cuando no había apthapi.
—¿Qué te motivaba a enseñar gratis y tan lejos de tu familia?
—Las mujeres no podemos reducirnos a la idea de que solo servimos para atender el hogar. Si nos motivamos, descubrimos nuestro valor, nuestra esencia y nuestras capacidades, incluso más allá de la casa.
Durante dos meses enseñó a tejer, pero entre puntadas hablaba de derechos, autoestima y liderazgo. El proceso culminó con una exposición de mantas y chalinas tendidas sobre una pita. Para ella, fue la primera semilla de un liderazgo que sigue germinando.
Según ONU Mujeres, el empoderamiento implica que las mujeres tengan control sobre su vida, recursos y decisiones, para lograr igualdad de derechos y oportunidades en lo social, económico y político. Mery lo resumía en un lema: “Empoderamiento a partir de la valoración de sí misma”.
Con el CDIMA, recorrió La Paz, Oruro y Cochabamba. Aprendió, enseñó y motivó a otras mujeres. Mientras tanto, en paralelo, terminó el bachillerato en la Radio San Gabriel (2005–2006) y, en 2020, obtuvo la licenciatura en Ciencias de la Educación en la Universidad La Salle. Con ese respaldo, consolidó su idea del “apthapi de conocimientos”: cada mujer tiene un saber —de agricultura, artesanía, agua o gestión comunal— que, compartido, enriquece a todas.
Pollera en la Cancillería: identidad y resistencia
La voz de Mery también se escuchó en la radio Wiñayjata (Semilla por siempre) y más tarde en Bolivia TV, donde trabajó como reportera entre 2013 y 2016. Esa experiencia amplió su mirada sociopolítica. “Ver a mujeres de pollera convertidas en alcaldesas, concejalas o diputadas fue mi mejor pago”, dice.
En 2022 vivió uno de los momentos más difíciles de su vida. En la Cancillería, donde trabajaba en la ventanilla de recepción de documentos, le exigieron cambiar de vestimenta para “respetar la imagen internacional” de la institución. Le pidieron dejar la pollera y vestir traje y corbata. Mery se negó. “Mi identidad es la pollera. Usted me pide algo imposible: disfrazarme”, respondió.
La discriminación que enfrentó refleja una realidad persistente. Aunque la Ley N.º 045 contra el Racismo y la Discriminación se promulgó en 2010, entre 2010 y 2021 la Defensoría del Pueblo registró 1.365 denuncias, con apenas tres sentencias condenatorias ejecutoriadas. La brecha entre la norma y la justicia evidencia que, en Bolivia, la igualdad sigue siendo un desafío.
Mujeres al poder: la política en clave femenina
El camino de Mery se enlaza con la historia de la participación femenina en Bolivia. Desde 1952, cuando las mujeres conquistaron el derecho al voto, hasta 1989, cuando Remedios Loza llegó al Parlamento con su pollera, la presencia femenina fue en ascenso.
En las elecciones de 2025 se alcanzó un récord histórico: las candidaturas titulares fueron 53 % mujeres frente a 47 % hombres. En el próximo gobierno, la Asamblea Legislativa estará conformada en un 52,4 % por mujeres, con mayoría en el Senado (58,3 %) y casi la mitad en Diputados (50,7 %).
Mery, la mujer que camina con sus ovejas y sus sueños
Hoy, cuando no dicta talleres ni ofrece charlas, Mery vuelve a su origen: cuida ovejas, siembra papa y teje mantas. Sus padres, que siempre la alentaron, siguen siendo su sostén espiritual. “Me soltaron como a un pajarito, creyeron en mí y no les fallé”, afirma con orgullo.
Sueña con un país sin racismo, donde se valore la diversidad y donde las mujeres puedan tejer futuro junto a los hombres. Su historia demuestra que desde una escuelita rural y una pollera se puede abrir camino hacia un liderazgo que transforma.
Mery nunca militó en un partido, aunque hoy la buscan como figura para captar votos. Ella lo rechaza: no quiere ser utilizada, sino seguir sembrando esperanza. Cree que el verdadero poder de las mujeres está en el tejido colectivo de la vida.