Hay sólo 10 tipos de personas en este mundo: las que saben binario y las que no. Así como este chiste pierde la gracia en el momento en el que se trata de explicarlo, lo inefable deja de serlo cuando se lo nombra. Ahí radica la primera trampa en la que cae El duende andaluz, obra de Marcos Malavia, basada en el texto Juego y teoría del duende de Federico García Lorca; es importante tener en cuenta que cuando Lorca habla del duende lo hace
en el contexto de una conferencia, no como parte de una obra de teatro.
Durante toda la obra, Lolo, el clown de Malavia, trata de hacernos entender a través de la razón qué es el duende; pero el duende no se entiende, se vive, al duende no se lo explica, se lo invoca; quizás por eso durante gran parte del espectáculo se intuye que eso de lo que se habla es algo que no está presente sobre las tablas, que está escondido entre bambalinas y que quizás se hará presente en el momento en el que deje de hablarse de él.
Ésta no es la primera obra de Malavia que tiene una didáctica discursiva. Un formato similar tenía Corps du texte, obra que hablaba del arte de la pantomima intercalando explicaciones teóricas con maravillosas escenas de mimo. Parece haber en Malavia una imperiosa necesidad de explicar su trabajo, de aleccionar al público sobre dónde radica su arte. Irónicamente, es cuando se calla y deja de dar explicaciones cuando la escena se llena de eso innombrable, y cuando esto sucede las explicaciones salen sobrando.
La segunda trampa en la que cae El duende andaluz es hija de la primera, pues en un intento de explicar qué es el duende se habla de la técnica, aquella que innegablemente le da solidez al trabajo del artista, pero que resulta vana sin la presencia del duende. Bien lo dice Lolo haciendo suya una frase de Lorca: “Tú tienes voz, tú sabes los estilos, pero no triunfarás nunca, porque tú no tienes duende”.
Tanto el guitarrista Piraí como Malavia, ambos maestros de su arte, tienen una técnica impecable; Piraí sorprende al público con su interpretación, llegando incluso a hacer gala de su técnica tocando con una sola mano; por su parte, cada uno de los movimientos de Malavia tiene una precisión admirable, la formalidad de sus gestos es tal que se puede ver con mucha claridad la geometría del espacio escénico, las líneas del cuerpo, las curvas del desplazamiento. Pero mientras ambos artistas hacen uso de su técnica, de la cual después de tantos años de trabajo no podrían deshacerse, el duende sigue escondido, asomando quizás a momentos la cabeza para decir que si él no está en escena, la técnica es sólo técnica.
Rumbo al final, durante la “Jota aragonesa”, por un momento las explicaciones cesan y se le devuelve a la escena algo esencial a todo suceso dramático: la acción. El dúo ya no explica, hace, y con ese hacer por primera vez el público, que ha estado casi una hora viendo a un clown, estalla en carcajadas. No sé si durante esa escena, en la que Lolo persigue a una mosca y pelea con ella se hace presente el duende del que se habla o no, pero es evidente que en ese momento sucede algo que va más allá de la estructura y de la forma de la obra.
Cada función es diferente. El duende andaluz, aunque es una obra que se recibe fácilmente como público, es a su vez difícil de actuar por estas trampas que presenta. Imagino que deben ser maravillosas aquellas funciones en las que estos dos maestros logran sortear las trampas de su propia creación; sin embargo, en la función que se llevó a cabo durante esta versión del FITAZ, una función técnicamente impecable, el duende estaba durante la mayor parte de la función entre patas, disfrutando de la música y riéndose del clown que trataba de nombrarlo.
* Trabajo ganador del I Premio de Crítica Amateur de Teatro.
Ficha técnica
- Título El duende andaluz.
- Director Marcos Malavia.
- Autor Marcos Malavia, basado en un texto de García Lorca.
- Actores Piraí Vaca y Marcos Malavia.
- Diseño de iluminación Marcelo Sosa.
- Regiduría Marcelo Sosa.
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