La recién promulgada Ley de Identidad de Género ha merecido la aprobación y el aplauso de muchos sectores de nuestra población, no sólo de las organizaciones genéricamente llamadas LGBTI, sino de los sectores preocupados por los derechos humanos, por el respeto a las diferencias, por la justicia social, y en general por la parte progresista de nuestra sociedad. ¡Y ha sido felicitada también por la Organización de Naciones Unidas!
Pero sorprendentemente esa misma ley ha sido descalificada por la Iglesia Católica y por un gran número de iglesias evangélicas, mejor dicho por los sectores jerárquicos de dichas iglesias. Y decimos sorprendentemente no porque ignoremos la tendencia conservadora y burocrática de toda jerarquía (peor todavía si se trata de jerarquías religiosas, con pretensiones de absoluto), sino porque su argumentación es lamentablemente dogmática y raya en la ignorancia. La califican de «ofensa a la nación boliviana”, como «atentado a su identidad, sus valores y la existencia de los pueblos originarios…”. Opinan que respetar el derecho a cambiar de identidad de género es irrespetar la familia, el matrimonio e incluso «la naturaleza del chacha-warmi” (ahora se acuerdan del chacha-warmi).
¿Quién les ha dicho, señores jerarcas, que la identidad de la nación boliviana es homofóbica? ¿De dónde se sacan la idea de que «la dignidad del cuerpo” es incompatible con el cambio de género? ¿Quién les ha hecho creer que quienes cambian su identidad de género (por razones biológicas o psicológicas, da lo mismo) le «faltan al respeto a la familia y al matrimonio”, cuando en realidad quienes destruyen esas relaciones son quienes ignoran -e incluso condenan- los derechos sexuales y reproductivos, hoy cada vez más reconocidos en la mayoría del mundo? Me temo que tiene razón nuestro viceministro Félix Cárdenas cuando tacha de «discriminadora y machista” a la Iglesia Católica (y por ende a las que coinciden con ella).
¿Nos pueden citar una sola frase o actitud de Jesús de Nazaret que justifique la homofobia? No, señores jerarcas, no se hace pastoral a base de prejuicios injustificados y actitudes dogmáticas; la única pastoral que sirve es la que se basa en la situación y en las necesidades reales de las personas reales.
¿Tienen miedo a que la próxima medida legislativa sea la legalización de los matrimonios homosexuales? ¿Qué tal si en vez de ponerse histéricos se dedican a leer algo de historia de la antigua Iglesia cristiana -antes de que ésta se dividiera en católicos y protestantes-, que estaba más cerca de Jesús de Nazaret y de su espíritu?
¿Nunca oyeron hablar de los santos Sergio y Baco, militares homosexuales de tiempos del emperador Maximiano a quienes éste hace matar (encargando su sufrimiento al gobernador Antíoco) y a quienes la Iglesia canoniza sin importarle que estuvieran formalmente emparejados?
John Boswell, historiador de la Universidad de Yale, considera la relación de dichos santos como un ejemplo de las parejas homosexuales del principio del cristianismo, reflejando la tolerancia hacia la homosexualidad de los primeros cristianos.
No sólo eso. El mismo investigador ha señalado decenas de manuscritos originales que presentan los rituales religiosos matrimoniales efectuados durante toda la Edad Media por sacerdotes católicos y ortodoxos dentro de las iglesias para consagrar bodas entre personas del mismo sexo. Para llegar a sus conclusiones Boswell recorrió todas las grandes bibliotecas de Europa, incluida la Vaticana, donde encontró muchos de sus manuscritos.
Como resultado obtuvo 80 manuscritos originales de las ceremonias de bodas gays, en las que se invocaba como protectores a San Sergio y San Baco. ¿Qué pasa? ¿Se atreven ustedes a declarar pecadores y corrompidos a esas personas a las que la Iglesia en su momento declaró «santos”, vale decir «modelos”?
¿Qué tal, jerarcas, obispos y pastores homofóbicos? En vez de reclamar demagógicamente contra un innegable avance de nuestra legislación, ¿no deberían aprovechar esta nueva ley para reflexionar un poco, y ayudar a que reflexionen sus fieles? UKHAMAU.
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
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