El equipo del Museo Nacional de Arqueología (MUNARQ), dependiente del Ministerio de Culturas y Turismo (MCyT), restaura el cuerpo de un chachapuma lítico (hombre felino de Tihuanacu). Una parte de esta pieza, la cabeza, estuvo expuesta en el MUNARQ hasta este año, separada del cuerpo, el cual estuvo durante muchos años en una de las bodegas del museo.
El término chachapuma, en el lenguaje arqueológico boliviano, designa a un ícono constantemente presente en el arte tihuanacota y representa a un guerrero o sacerdote ornado con máscara de felino, que usualmente lleva un hacha y una cabeza como trofeo.
De acuerdo a David Trigo, Responsable del MUNARQ, se conoce la procedencia de la pieza pero se desconocen las causas por las cuales se fragmentó.
“Esta pieza proviene de la colección privada del Coronel Federico Diez de Medina, que fue un asiduo coleccionista de materiales arqueológicos y participó en excavaciones durante el siglo pasado”, señaló.
El año de la muerte del Coronel de Medina, en 1963, se transfiere una parte de su colección a MUNARQ y otra parte a otros museos. Existen registros fotográficos que y bibliografía que señalan que la pieza estuvo entera, se desconoce el momento de la fragmentación y se investigan las causas.
De acuerdo al texto “La Sociedad Arqueológica de Bolivia y su Influencia en el Desarrollo de la Práctica Arqueológica en Bolivia”, de David Browman, la adquisición efectiva de la Colección Diez de Medina tomó varios años.
“En 1961, Gregorio Cordero Miranda fue designado Director del Museo Nacional de Arqueología, y en 1962, Cordero y Ponce Sanginés reorganizaron el museo, en parte, con la visión de expandir su acervo adquiriendo varias colecciones privadas, incluyendo la de Diez de Medina. En 1963, después de su muerte, dicha colección fue finalmente adquirida por el Museo”, señala el documento.
Los planes que tiene el MUNARQ con relación al chachapuma lítico incluyen, en primer lugar, la conservación de la pieza, con la ayuda de un conservador experto que empleará materiales reversibles para la fusión de las dos partes separadas. Por otro lado, el museo también planea generar una investigación al respecto. De acuerdo a Trigo, desde el año pasado, se están generando artículos de investigación con los pasantes que son estudiantes de Arqueología.
“Estamos trabajando con pasantes en estas dos últimas gestiones con el objetivo de formar a nuevas generaciones y su trabajo está enfocado a reinventariar y registrar los materiales del museo labor que les permite familiarizarse con las colecciones para poder generar investigaciones”, señaló.
Uno de los universitarios se hace cargo de la interpretación iconográfica y otros detalles sobre la pieza arqueológica que es restaurada.
Asimismo, Samuel Oporto, restaurador y museólogo, se refirió a las dificultades que se presentan al restaurar una pieza de este tipo. “Los problemas que presenta esta pieza son la fragmentación y suciedad acumulada; en algún momento de la historia la parte superior ha sufrido una rotura, que corresponde a la cabeza de la litoescultura”.
Los trabajos comprenden una limpieza superficial, eliminando elementos extraños y residuos orgánicos. Una vez realizada la limpieza superficial, se procede a realizar una limpieza profunda, utilizando ciertos químicos especiales. Posteriormente se procede a realizar el pegado de la parte fragmentada, se utilizará un pegamento reversible que es compatible con el material lítico; finalmente se coloca una capa de protección.
EL CHACHAPUMA, UN ÍCONO TIHUANACOTA
De acuerdo a la revista “Chachapuma Nº2” (2007), que a la vez toma como fuente a Carlos Ponce, el término aymara “chachapuma” es una expresión acuñada por Arthur Posnansky quien se habría inspirado en una obra de 1919 del escritor Víctor Ibañez del género ficción y que ostentaba esa denominación. Fue el propio Ponce quien después calificó como “chachapumas” a un grupo escultórico de la época clásica de Tihuaanacu, particularizado por estatuas talladas en andesita y en bulto que representan a guerreros enmascarados con careta felina.
En su obra de 1971, Ponce describe varios ejemplares de chachapumas que se encuentran en distintos museos de Bolivia y también en otros países.
El “chachapuma” fue una figura importante en la formación social Tihuanacu, puesto que sus representaciones se han tallado en piedra y se han modelado y pintado en cerámica. Se trata del paradigma del guerrero tiwanakota o un jefe militar, un luchador experto que ha cercenado la cabeza del enemigo en señal de victoria.
Hacia los años 700 u 800 d.C. y hasta el 1000 o 1100 d.C. el Estado de Tihuanacu se había expandido por un extenso territorio, llegando a incorporar una parte considerable de la región montañosa de Bolivia, así como ciertas regiones del Sur de Perú, Norte de Chile y Noroeste de Argentina. De acuerdo a Ponce, tal expansión se produjo por vía militar. También cabe la posibilidad de que el chachapuma se trate de un sumo sacerdote encargado de cercenar las cabezas de los prisioneros en ritual para ofrendarlas a los dioses.
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