Autodidacta guía de turismo bilingüe (español/inglés) de la cárcel de San Pedro, coleccionista y aficionado al rock, son algunas de las peculiaridades de Crazy Dave, quien vive en una precaria morada ubicada en el barranco continuo a la residencia presidencial de la zona de San Jorge.
Dave es muy puntual en su trabajo. Todos los días, a las 13:00 horas, se da cita en la plaza Sucre, donde queda el penal de San Pedro, considerada una de las cárceles más complejas de comprender de Bolivia.
En el día de la entrevista, lo aguarda un grupo de ocho turistas extranjeros, entre hombres y mujeres, que a pesar de los fuertes rayos del sol, esperan conocer a este guía de «turismo carcelario», especializado en narrar historias de este reclusorio en el que conviven internos sentenciados por diferentes tipos de delitos y aquellos que en detención aguardan el fallo de sus casos. Entre los presos, hay mujeres que conviven con sus parejas y hasta niños que cargan la pena ajena.
Luego de unos minutos, un hombre delgado y estatura mediana, con la cabellera llena de canas y una barba descuidada, al igual que su atuendo, ingresa descalzo por una de las esquinas de la plaza. Diez segundos después, los turistas comienzan a agruparse alrededor de Dave, quien los invita a sentarse en el piso.
«¿Han escuchado de Dave?”, pregunta en inglés a su audiencia expectante y todos responden “Yes!”, en unísono. “Mi historia ha viajado muy lejos”, expresa muy orgulloso el guía.
Con un perfecto dominio de las mejores técnicas de los grandes oradores, Dave comienza a contar la historia de un hombre adicto que fue atrapado y sentenciado a 14 años en el penal de San Pedro por intentar sacar cuatro kilos de cocaína de Bolivia. Es su propia historia.
Dave cuenta desde su experiencia, que cuando uno es sentenciado, tiene que pagar para entrar a la cárcel de San Pedro, de igual forma tener dinero para la celda y mientras más se tenga, se tendrá una mejor estadía. Una vez dentro, se debe buscar un trabajo.
Los tipos de trabajo a los que se puede acceder son varios, enumera Dave, desde limpiar las celdas de los que tienen más dinero, hacer cocaína y hasta ser guía ilegal de aquellos turistas que deseaban dar un paseo por el interior del penal. “Hoy ya no se puede más”, aclara. También sabe que esto se debe a que un periodista escribió al respecto y reveló la existencia de los tours ilegales.
Dave recuerda que su primer año de prisión fue el peor, pues era fuertemente discriminado por su nacionalidad norteamericana y raza. Esto se hizo evidente cuando fue atacado por policías y algunos reos que los golpearon con un palo de golf, del que resultó con el codo roto. En ningún momento le prestaron atención médica, lo que hizo que hoy tenga un ligero «desperfecto» en el brazo izquierdo, “afortunadamente» (suspira).
Luego de aproximadamente 45 minutos, Dave termina su tour dedicando un rap a su audiencia, antes de recibir las propinas voluntarias. Algo que pocos saben es su amor por la música.
Sin droga, no hay entrevista.
Luego de reiterarle que se deseaba hacerle una entrevista, Dave no duda en aceptar, y al ver la cámara, compra una de las poleras que un amigo suyo vende como souvenir con la leyenda “Welcome to Crazy Dave’s”.
A continuación, apunta hacia la calle detrás de la cárcel de San Pedro y pide que se lo espere ahí, porque necesitaba “drogarse para la entrevista”. Con una distancia prudente se los espera a que esté listo, para no perderlo de vista por lo escurridizo que es.
Se acerca al puesto de dulces que queda en la esquina del penal, que además cuenta con una cabina telefónica. Desde ahí hace una llamada y luego corre hasta la puerta de la cárcel, para luego volver a hacer otra llamada. Hace un ademán con la mano para indicar el punto de encuentro a una cuadra de la cárcel.
Desde ahí se puede ver cómo Dave camina por la calle que da hacia la pared lateral de la cárcel de San Pedro y cuando llega al medio de la cuadra se sienta en el piso a modo de esperar el «encargo» hasta que le lanzan desde el interior un paquete pequeño. Le habían tirado la droga que acababa de comprar.
Dave corre hasta el pequeño paquete lanzado y, después de levantarlo, inmediatamente se lo mete a la boca. Se dirige hacia mí y entiendo que ha llegado la hora de la entrevista.
Camino a la prestigiosa zona San Jorge
Dave reitera que para dar la entrevista, necesita estar drogado y deberíamos ir a donde vive, cerca de la casa presidencial.
Mientras caminamos, me pregunto cómo es posible que el pavimento caliente por el intenso sol no lo moleste mientras camina descalzo, luego me doy cuenta que hay algo peor que lo incomoda y él me lo confirma con un comentario.
“Yo me visto así porque no quiero que la gente se acerque, no quiero que me hablen, me aburren”, exclama, luego de percibir que mientras caminábamos muchas personas fijaban sus miradas en nosotros y a medida que avanzábamos se alejaban hacia los costados. Debería haberse sentido como Moisés abriendo el mar rojo.
Alertado de esto, le propongo tomar un taxi, “para llegar más rápido” le digo. Acepta, pero antes me pregunta si yo pagaría y “por supuesto”, le respondo.
Como si tratara de justificarlo, aclara que él no consume alcohol, “me descontrola, me posee como un demonio” cuenta.
Recuerda que hace algún tiempo había consumido alcohol, lo que lo volvió agresivo y el hecho terminó con una pelea con sus amigos. ¿Cuáles serán los efectos que la droga tiene sobre Dave?
Vecino del Presidente, vecino del poder
Apenas llegamos a la casa presidencial, Dave se dirige hacia su morada, el barranco que queda detrás, y sin anunciarlo se sienta y comienza a resbalar sobre la tierra y piedras que había en el lugar, ocho metros serían. Desde abajo me grita que pase.
Luego de bajar el barranco y un muro de contención de aproximadamente tres metros, estamos en la morada de Dave. Un montón de rocas apiladas, una calamina vieja sobre cuatro troncos y algunas cajas de cartón son parte de este espacio.
Desde allí se escucha el sonido del río que pasa a unos metros, a los costados se ve el verde de todas las plantas silvestres y al levantar la mirada, las cabinas del teleférico pasar. Dave toma asiento y procede a prepararse un pitillo y otorgar la entrevista.
Como si se tratase de un guion muy bien elaborado comienza, “Niños, no intenten esto en casa o se van a meter en problemas. Cheers!” y comienza a fumar.
Dave considera que su historia es como la de cualquier otro, en la conversación recuerda a sus dos hijas que actualmente viven en Estados Unidos y que alguna vez lo vinieron a visitar junto a sus nietos. Hace dos años que ya no los ve.
Las aficiones de Dave: El rock y la colección
Uno de los rasgos humanos más marcados en Dave, es su amor por la música, que según él, ha sido un gusto ingrato. Recuerda que siempre deseó ser cantante de rock y que estuvo cerca de lograrlo en New York, pero sólo robaron sus letras y canciones. “hoy algunos artistas las cantan en el norte”, dice.
A pesar de todo, Dave tiene más composiciones y está en ensayos con su banda para próximamente sacar un disco musical, “al estilo de Metállica”. Compositor, cantante, baterista y bajista son sólo algunas de sus aptitudes musicales.
Una caja de cartón que sirve como un instrumento de percusión y algo de afinación bastan para que Dave cante, por ejemplo, «Welcome to the Jungle», de Guns N’ Roses. El ruido de los autos, del teleférico y del río son es aplacado por su interpretación improvisada.
Coleccionar piedras es otra de las actividades a las que Dave le presta mucha atención. “Para mí no son piedras”, responde al preguntarle sobre estas. “Es la única materia que puede durar en el planeta mucho mucho tiempo”, explica. Rostros y cuerpos de “reptilianos y anunnakis” es el sentido que le ha dado al conjunto de rocas que son parte de su morada.
“Siento frío en un infierno, desde la ausencia de tu presencia en mi existencia. Por ti, vuelvo al infierno”, canta Dave, un vez más, esperando que en algún momento pueda compartir su composición en un disco y su colección de piedras en una exposición.
/Asociación de Periodistas de La Paz (APLP)-Radio online de la APLP-ANF/
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