La procesión del Ekeko, una deidad andina, sirvió ayer para pedir simbólicamente «permiso» a la Pachamama o Madre Tierra para celebrar Alasita, la feria de los deseos en miniatura, que este año estrena en La Paz su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
«Estamos pidiendo permiso a la Pachamama» para festejar a partir de este miércoles Alasita, explicó el viceministro de Descolonización de Bolivia, Félix Cárdenas, ataviado como un «amauta» o sabio aimara.
El político y experto en tradiciones indígenas recibió como «una buena señal» que luciera el arco iris al llegar la figura de este dios de la fortuna al parque donde ya está instalada la feria, al finalizar el recorrido desde la iglesia en que fue bendecida.
En declaraciones a los periodistas, destacó además como un «buen auguro» para iniciar el año con suerte el que se unieran los fetos masculino y femenino de llama quemados en un fuego ritual encendido al final de la procesión.
El reconocimiento el mes pasado de esta tradición como Patrimonio Cultural Inmaterial por parte de la Unesco es también «una buena señal» para las culturas originarias, según sus palabras.
Cárdenas defendió que «frente a que la modernidad no puede solucionar tantas crisis, económicas o alimentarias, nos está diciendo que solamente los pueblos indígenas tienen respuestas para los problemas del siglo XXI».
Alasita, cómprame en aimara, celebraba en su origen el solsticio de verano austral, entre el 21 de diciembre, con miniaturas que se colocaban a la deidad para que a lo largo del año los deseos que representan se convirtieran en realidad.
La celebración fue traslada en época colonial al 24 de enero, en honor de la Virgen de Nuestra Señora de La Paz, y en la actualidad consiste en una feria en que se compran y bendicen pequeñas figuras de casas, coches, parejas, hijos, dinero o un sinfín de deseos representados en miniatura.
El corrido del Ekeko sirve de preámbulo de la feria, portado en una urna sobre un auto tras ser bendecido tanto en una misa como a la salida de la iglesia con un sahumerio o humo ritual, para discurrir por el centro de La Paz acompañado de música tradicional.La figura milenaria, una pequeña cabeza de color oscuro, fue robada en 1858 en Tiahuanaco, antigua capital de una cultura preincaica, por un suizo que emborrachó a los indígenas, que no querían venderla, para poder huir con ella, y fue devuelta por el Museo de Historia de Berna en 2014.
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