Por Camila Perales, programadora
Quisiera presentar estas dos secciones a partir de dos anécdotas personales porque el ejercicio de programar películas es subjetivo, íntimo e íntimo. En septiembre de este año tuve la oportunidad de viajar a Chile para una residencia de cine experimental. Era un grupo variopinto de gente con distintas miradas y de diferentes partes de Latinoamérica que buscaba compartir sus oficios y proyectos. Una de las noches de la residencia, nos animamos a hacer una noche de películas, mostrándonos nuestros propios proyectos terminados o en proceso. De pronto, la personalidad, el humor, la forma de vestir y la presencia de mis amigxs cobraba sentido al ver sus obras. Ellxs eran sus obras y sus obras eran ellxs.
En esta novena edición del Radical, quería programar algunas de las películas que vimos esa noche, imitando el gesto que hacemos cuando viajamos a un lugar extraño y llevamos dulces raros para mostrar y probar con nuestra familia, recuerdos que queremos contar y compartir. Es así como “Radicalismos chilenos” no tiene una búsqueda, miradas ni estilos homogéneos. Sin embargo, cada propuesta nos muestra un panorama que se distingue y coincide en algunos aspectos con Bolivia.
“Entierro luz subterránea” de Niles Atallah es la tierra que dialoga a los muertos a través del celuloide. “Eighties babies” de Javiera Luna es un desmontaje lúdico y punk de un discurso familiar. “Archivos del estallido”, realizado colectivamente por Niles Atallah y jóvenes que protestaban durante el día y hacían animación con las imágenes que grababan en las manifestaciones, es el registro de la resiliencia y la lucha continua en Chile. “La princesa y el guisante” de Valentina Davidson es la exploración corporal del trauma a través de la infancia y la distorsión de los cuentos de hadas. “Stgo simulator” de Bastián Maluenda y el colectivo No ver, quienes empíricamente experimentan con un cine político e imperfecto, es un retrato tan realista como delirante de la cotidianidad santiaguina. Finalmente, “Bilis negra” de María Paula Díaz es un autorretrato que mira hacia lo femenino, la muerte y la violencia.
Cuando pasé un curso de animación, organizaron una charla donde el expositor habló de la imposibilidad de hacer animación en Bolivia. Para él no había mucho más allá de los cortos de “Chaski” de Jesús Pérez, la “Abuela Grillo” ni los frecuentes y hábiles animadores que siempre desarrollan proyectos más grandes. Si bien las obras citadas son parte fundamental de la historia de la animación boliviana y me conmueven hasta el día de hoy, quería romper el discurso de que es imposible pensar una animación experimental en Bolivia. “Prohibida tu furia” de Barcabogante (Ana Barroso Calle) explora la memoria a través de metraje encontrado y el cuerpo. “Ocaso” de Sergio Laruta, quien también trabaja imágenes de archivo para intervenirlas, dibujar encima o usarlas como recortes que conforman un escenario apocalíptico. Barcabogante y Laruta son la prueba de que podemos reconstruir una constelación de animadores que salen de los prejuicios que se le atribuyen a este oficio. No son obras infantiles. La técnica y la forma experimentan, curiosas, en la materialidad de los objetos y las texturas, no están subordinadas a lo educativo ni tienen la tarea de hacer más didácticos los discursos institucionales que las financian.
Es así como esta sección reúne obras locales e internacionales que no separan la forma y el contenido, la elección de los soportes y la manera en que se interviene cada fotograma es tan importante como las crudas imágenes con las que algunas de estas piezas buscan enfrentarnos. La obra de Mariano Ramis transforma la imagen lisa en un espacio lleno de textura, desconocido y extraterrestre. Shon Kim observa la cultura a través de las cronometrías de manuales de danza, artes marciales o los obsesivos registros comparativos de la cirugía plástica. El intenso azul de la cianotipia con la que trabaja Edd Carr explicita la crueldad hacia los animales. David Carrasco explora la rotoscopia, el collage y el archivo de imágenes, retratando una imagen cotidiana de Latinoamérica. Jodie Mack muestra el hogar a través del quilt y el patchwork de las mantas tradicionales estadounidenses.
Ya para cerrar, vale aclarar que la sección toma el nombre del libro Para ver, cierra los ojos de Jan Svankmajer, quien al igual que muchos de estos realizadores, busca cazar la materia a través de la animación, enfrentándose a la censura por momentos, las limitaciones de los presupuestos. Y, aun así, permanece firme al no separar la forma del contenido en sus procesos creativos.
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