Por: José Luis Saavedra
Profesor de Teoría y Política Poscolonial
El pasado reciente 9 de mayo, la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo) ha vuelto a exigir al gobierno de Arce la aprobación del maíz transgénico. Más concretamente, ha demandado “que apruebe, mediante decreto supremo, por emergencia alimentaria, por lo menos dos eventos de maíz genéticamente mejorado para la producción agrícola, consumo y comercialización, incluida la importación”.
Esta exigencia del agronegocio -cuya aprobación es altamente probable (cfr. “Gobierno afirma que ‘nunca ha estado cerrada’ la posibilidad de utilizar transgénicos en el maíz”, Los Tiempos, 11 mayo 2022)- no ha generado sino muy escasas reacciones. Sin embargo, la eventualidad de su aprobación es alarmante tanto para la naturaleza como para la sociedad. Y es de estos riesgos y peligros (atentados contra la soberanía alimentaria, el patrimonio genético, la biodiversidad y los sistemas de vida y la salud), que conversamos con Alejandra Crespo, quien es economista con especialidad en agroecología.
Un primer ámbito de análisis, es la caracterización teórica y política de Anapo. De acuerdo con Alejandra Crespo hay que visibilizar la condición subordinada de la misma, en el sentido que Anapo no es sino “un engranaje del modelo del agronegocio transnacional”. Y que es en y por esa condición que demanda, al gobierno de Arce, implementar cultivos transgénicos (y todo el paquetazo que ello implica: monocultivos, agrotóxicos, etc.). Y cuál es el resultado, que los transgénicos sólo generan enriquecimientos -cada vez mayores- de las corporaciones multinacionales, además de provocar deforestaciones, depredaciones y devastaciones de los agro-ecosistemas, y no así, en modo alguno, la seguridad y/o soberanía alimentaria.
Un segundo espacio de crítica es la propuesta de zonificación, es decir “de que la producción agrícola sea realizada de forma regionalizada solo en el departamento de Santa Cruz”. Alejandra Crespo manifiesta, con convicción y contundencia, que éste es “uno (más) de los tantísimos argumentos que dicen (los agroindustriales), que yo creo que hasta ellos saben que es totalmente falso”.
“El tema de la zonificación es totalmente inviable, no podemos pues zonificar el tema del maíz transgénico, porque se da la contaminación cruzada, por el viento, por distintos factores. Entonces, no es viable”.
“Y, en caso de que se aprueben y se masifiquen los cultivos transgénicos, va a ser irremediable de que se dé una (grave) contaminación de todos nuestros recursos genéticos (…). Y ahí (en y por la información científica) se devela que es totalmente absurdo, es como, bien decía usted, ‘regionalizar un virus’, no se puede, eso se va a diseminar inevitablemente”.
El tercer contexto de preocupación es precisamente el conjunto de las consecuencias socioambientales de la contaminación genética provocadas por el maíz transgénico. Aquí lo más graves es que “Perdemos todas nuestras razas de maíz, (más de 77), razas que están (aquí) hace más de 500 años. Antes de que Bolivia exista, esas variedades ya estaban en estos territorios. Entonces, se van a contaminar (irremisiblemente) y al no haber una entidad del Estado que tenga un banco de semillas, donde se almacene y resguarde, se las pierde no más”.
Y “Eso (pérdida de recursos genéticos) es algo que justamente Vandana Shiva hacía referencia en el caso de los transgénicos en la India, (en el sentido) que es fundamental, frente a la arremetida del agronegocio, que los productores guarden sus semillas, porque se dan las contaminaciones, inevitablemente. Y uno de los principales efectos es el tema de la pérdida de la semilla y la dependencia de los productores (con respecto) a estas corporaciones” transnacionales.
“Y al perder esas semillas (en este caso de maíces nativos), perdemos toda nuestra tradición, nuestra identidad, como bolivianos y bolivianas, porque aquí hay más de 100 platos típicos en base al maíz. El pueblo guaraní tiene una fiesta y no sólo el pueblo guaraní, hay muchos pueblos indígenas que le rinden culto al maíz. Así de importante es en nuestra cultura y en nuestra identidad”.
“Sin hablar de que el maíz transgénico -según los datos científicos- tiene un valor nutricional muy por debajo del maíz convencional; además que viene con tóxicos, que son altamente observados por causar enfermedades” cancerígenas.
El cuarto argumento de crítica, tiene relación con la afirmación de Anapo en el sentido que “el acceso al uso de semilla” transgénica, va a posibilitar “el aumento en la productividad de hasta un ¡80 por ciento!”, Alejandra Crespo es categórica en el sentido que: “es totalmente absurdo, no hay por dónde”.
El quinto y, por hoy, última observación, es barruntar la propuesta. Principalmente, se trata de reafirmar la seguridad y soberanía alimentaria de y en el país. De acuerdo con Alejandra Crespo, “Si queremos garantizar la seguridad y soberanía alimentaria, tenemos que procurar diversidad de alimentos y que nos nutran. Y eso nunca el agronegocio lo va a dar, eso sólo lo va a dar la agroecología, porque necesitamos diversos productos y de distintas procedencias, con varios nutrientes, que sean accesibles, que estén a la mano, y (reitero) que sean inocuos para la salud, es decir sin agroquímicos”.
Terminamos pues este artículo exteriorizando nuestras propias convicciones. Primero, nos oponemos a que se introduzcan, en el país, las semillas transgénicas; ¿por qué?, por los severos impactos socioambientales. Segundo, el principal destino del maíz transgénico es el agrocombustible y el alimento de los animales y no así la seguridad y soberanía alimentaria. Tercero, apostamos por mantener la prohibición del maíz transgénico y no sólo porque así lo establece la Constitución (Art 255) y nuestras leyes (como la ley de la Madre Tierra), sino también por la urgencia de preservar nuestros bosques, ecosistemas y biodiversidades y por constituir éstas las condiciones primordiales de la vida y de la Pacha.
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