Con esa consigna, de la Guerra del Gas, nació el programa de industrialización del gas del actual Gobierno. Fue fácil movilizar a los alteños con esa consigna, saben poco de gas y mucho de minería. Se les informó que las materias primas para petroquímica estaban saliendo en el gas exportado. Es por eso que hicieron un paralelo recordando la exportación de minerales que por años ha salido del país.
Los que instigaron esa posición alteña no se molestaron en explicar que la exportación de gas no excluye su industrialización, sino que más bien son actividades indispensablemente complementarias al requerirse grandes cantidades de gas para tener suficiente materia prima para hacer petroquímica. Tampoco ilustraron a los alteños que al convenir la venta de gas se acordó que se tendría un polo petroquímico en Puerto Suárez, existiendo el compromiso firmado por Brasil de adquirir 200 mil TM/año de úrea.
Por lo anterior, desde comienzos de siglo, Braskem, la compañía más grande de polietileno de América Latina, sostenía conversaciones con YPFB a fin de tener en operación para 2010 un Complejo Petroquímico Binacional en Puerto Suárez para producir fertilizantes, GLP, polietileno y polipropileno.
La llamada «Nacionalización de Hidrocarburos” ahuyentó inversiones extranjeras en el sector. Así, Braskem diplomáticamente se alejó de la posibilidad de hacer petroquímica con YPFB en Puerto Suárez. La mejor oportunidad que hemos tenido hasta la fecha por tener un gran gasoducto operando por la localidad y estar en el dintel del mayor mercado petroquímico de América Latina.
La CPE de 2009, retomó el tema de la industrialización de hidrocarburos, instruyendo la creación de la Empresa Boliviana de Industrialización de los Hidrocarburos (EBIH) con ese fin. Mostrando una completa ignorancia sobre el concepto de industrialización, a la flamante empresa se le asignaron una serie de proyectos estrafalarios como ser construcción de casas prefabricadas de PVC, tapones para garrafas y otros que no obstante haber gastado decenas de millones de dólares, la empresa se convirtió en una entidad intrascendente.
Por este motivo YPFB, con todo el beneplácito del Gobierno, tomó el tema con gran entusiasmo como un desafío empresarial. Rápidamente armó un proyecto de fertilizantes nitrogenados de 2.100 TM/d de úrea y 1.200 TM/d de amoníaco, con un costo de 850 millones de dólares. Por razones nunca explicadas, el Gobierno decidió que la planta sea instalada en Bulo Bulo, en el Chapare cochabambino. Esa decisión dio inicio a una serie de otras totalmente equivocadas para el buen éxito del proyecto. Queriendo subsanar el error en la ubicación de la planta y eliminar las críticas al respecto, el Gobierno, a un costo de 200 millones de dólares, decidió construir un ferrocarril de Bulo Bulo a Montero para conectar con la línea Santa Cruz – Puerto Suárez y así llegar al mercado brasileño. Este proyecto, que a la fecha ha costado más de 1.100 millones de dólares, debía estar en operación en 2015.
También YPFB invirtió más de 800 millones de dólares para la separación de etano y propano del gas que exporta a la Argentina y utilizar esos compuestos como materia prima para la producción de polietileno y polipropileno.
En diciembre próximo se firmará el contrato de construcción de la planta de polipropileno a un costo de 2.200 millones de dólares. La inversión más grande que ha realizado el Estado en toda su historia, en un proyecto individual. No existen planes definidos sobre el polietileno.
En gran resumen, hasta 2021, el programa de industrialización de este periodo de cambio, nos habrá dejado una planta de fertilizantes, que incluso con su propio ferrocarril, ha quedado aislada del mercado. Una planta de polipropileno, sin mercado asegurado, en la frontera con Argentina, todo ello con un costo de más de 4.000 millones de dólares, inversión efectuada con fondos de las reservas netas del BCB, bajo la figura de créditos blandos a YPFB.
Así, el lema «industrializar gas, no exportar” quedó vigente, mal explicado, mal desarrollado y ahora pésimamente implementado, dando las señales que estamos camino a una debacle económica de grandes proporciones en el sector.
Carlos Miranda Pacheco es ingeniero y analista energético.
//Pagina Siete//
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