“¿Dónde está mi mamá?”, pregunta Nayeli Peñaloza de 11 años. Está en la cama número 16 de la sala de internación del pediátrico Manuel Ascencio Villarroel, de la ciudad deCochabamba. Nunca más podrá ver a su madre viva.
Nueve horas antes, a la una y media de la madrugada del jueves, el grupo de personas con discapacidad que dormía bajo el viaducto de la avenida Melchor Pérez de Olguín, fue embestido por un vehículo. Fallecieron Angélica Peñaloza, la madre de Nayeli y Joaquín Quiroz. Otras cinco personas resultaron heridas y son atendidas en la clínica Morales.
Nayely no sabe que su madre murió y no cesa de preguntar por ella. Sus enormes ojos negros se llenan de lágrimas por la ausencia materna y por la preocupación de no saber nada. No conoció a su padre y su único hermano, quien padece discapacidad mental, autismo, está internado en el centro de acogida María Cristina. Ha quedado huérfana.
Angélica Peñaloza sacó adelante a sus dos hijos sola. Su principal ingreso era de la venta de tarjetas telefónicas, entre otros trabajos eventuales. Su compañera de batalla, era su niña, quien se sumaba al grupo por las tardes al salir de clases.
La mujer de 50 años comenzó en enero de este año la lucha por la demanda de un bono mensual de 500 bolivianos, en representación de su hijo. Participó en las vigilias y en las movilizaciones que protagonizaron durante cinco meses.
El lunes reanudaron su protesta debajo del Viaducto, en la Blanco Galindo.
Nayeli se queja. Dice que siente dolor. Levanta su frazada para mostrar sus dos piernas vendadas y nuevamente las lágrimas la invaden. Tiene fracturas óseas en el pie derecho y los ligamentos en la rodilla izquierda se rompieron. Los médicos aseguran que en tres meses estará sana y podrá hacer deporte.
Su ansiedad no cesa. Quiere saber cuándo saldrá del hospital. Tiene premura porque mañana es el cumpleaños de su mamá y debe darle su abrazo. Tampoco quiere faltar a clases.
A esa misma hora, a pocos metros, en la morgue del hospital Viedma, se vive otro drama. La madre de Joaquín Quiroz (38 años), el segundo fallecido en el accidente, se aferra al cuerpo de su hijo y rompe en sollozos.
No se resigna a perder a quien desde niño le dio batalla a la vida. A pesar de que la meningitis le quitó la movilidad en las piernas, Joaquín logró terminar el colegio y estudiar contaduría. Su silla de ruedas permanece en el lugar del accidente. Sus compañeros de lucha colocaron un rozón negro como símbolo de luto.
Joaquín formó un hogar hace seis años junto a Jackeline Ramírez con quien tuvo un hijo que ahora tiene cinco años. Esforzadamente sacaba adelante a su familia realizando trabajos eventuales. “Yo solo me dedicaba al cuidado de la casa y de nuestro pequeño”, lamenta la viuda.
Quiroz apoyó la protesta desde su inicio, pero nunca antes había dormido en las vigilias. Su madre solloza por la fatalidad, pues el único día que acompañó a sus amigos perdió la vida.
Su cuerpo, ahora en un cajón, fue llevado por la tarde hasta el Viaducto, el principal escenario de las protestas y de la tragedia, para ser velado. Momentos antes lo trasladaron hasta cercanía de la clínica Los Olivos, donde un contingente policial resguardada al presidente Evo Morales, quien permanece internado allí luego de ser operado de la rodilla izquierda.
Opinión Cochabamaba
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