La ruptura se hizo oficial tras la elección de la nueva directiva del Concejo, en la que Israel Alcócer fue designado presidente y Silvana Mucarzel secretaria. Ambos concejales habían sido expulsados por “transfugio político” de la Unidad Cívica Solidaridad (UCS), agrupación liderada por el propio Fernández. Pese a que el alcalde gestionó ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE) la destitución de ambos ediles, los recursos legales no prosperaron, y los concejales conservaron sus curules, que oficialmente pertenecen a UCS.
Fernández intentó recuperar el escaño de Mucarzel —quien hasta hace poco presidía el Concejo— bajo acusaciones de traición y deslealtad a la línea oficialista. Sin embargo, no solo fracasó en su intento, sino que Mucarzel y Alcócer lograron articular una nueva mayoría con el respaldo de concejales opositores, consolidando así el control del ente legislativo.
La sesión en la que se eligió a la nueva directiva estuvo marcada por una fuerte tensión. Gritos, empujones e intentos de boicot por parte de funcionarios del Ejecutivo municipal y simpatizantes de Fernández obligaron a los concejales a trasladarse a otro ambiente dentro del edificio para completar el acto democrático.
La jornada fue calificada como una de las más conflictivas en la historia reciente del Concejo cruceño, reflejando una fractura política profunda al interior del oficialismo. Fernández cierra así un ciclo de gestión envuelto en denuncias de corrupción, cuestionamientos por falta de transparencia y una creciente pérdida de respaldo ciudadano.
Con el control del legislativo en manos de sus adversarios, el alcalde enfrenta ahora un escenario complejo de aislamiento y desgaste en el tramo final de su mandato.
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